El coro de la catedral Auriense

Cuando el Emperador Constantino I el Grande dio la paz a la Iglesia, y ésta, saliendo de las catacumbas, se enseñoreó del mundo, el tipo o modelo que adoptó para sus templos fueron las basílicas romanas, edificios de planta rectangular, divididos por lo común en tres naves separadas por dos hileras de columnas, a los que las iglesias cristianas le añadieron una nave para formar un crucero en forma de planta de cruz latina o griega según que el transepto fuera o no de longitud igual o más pequeña que la basílica.
Y la nave principal, en principio se utilizó para tribunales de justicia, al mismo tiempo que a lonjas, o lugares de contratación. En la parte anterior se verificaban las ventas y los cambios, y en la posterior se veían y fallaban los pleitos y se dictaban las sentencias.
Y el ábside, servía para que lo ocupara el pretor o juez, en el primitivo coro. Allí se colocó la silla pontifical, y a ambos lados los asientos para los presbíteros. Durante el siglo XI, en la mayor parte de las abadías de Europa central y occidental, las sillas se pasaron del ábside al transepto, y por analogía el clero de las catedrales fue dejando el presbiterio, y en los siglos XIII y XIV concluyó de verificarse la traslación de los coros al centro de la nave principal.
Entonces fue cuando las sillas con brazos y respaldo tomaron su forma definitiva, constando de las siguientes partes: asiento, misericordia, reclinatorio, brazos, doselete y respaldo, enriqueciéndose con admirables y variadísimos primores y delicadezas de arte en la época renacentista.

El traslado de los coros a la nave central, llevó consigo la constitución de fuertes y sólidos muros laterales y un trascoro, además de magníficas verjas de hierro que resguardaban el coro y el presbiterio, y la instalación de grandes órganos, cuyas cajas constituyen parte muy importante de la ornamentación del templo.
Decía un eminente erudito, que había sido una manía detestable que el coro de los canónigos se sitúe en medio de la Iglesia, al estilo de lo que se ve en los conventos y monasterios, dejando el presbiterio como lugar más apropiado para su colocación, en donde el Cabildo debiera rodear a su Prelado, según la antigua disciplina. Causa grima el ver esos paredones en medio de la Iglesia, que la achican y afean, robando además la vista del Altar Mayor de la Catedral a los fieles. Mas si entonces no se debieron de poner, quizá fuera peor quitar ahora algunos de ellos de gran mérito.
En la Catedral Auriense, antes del coro actual, existía otro menos artístico construido en la época del Obispo Don Diego de Fonseca (1470-1496) perteneciente a un estilo ojival del último período. De este coro se sabe que fue regalado para el convento franciscano de Ribadavia, una parte, y el resto enajenado a bajo precio.
La necesidad impuso la construcción de un nuevo coro, y en 10 de junio de 1580, durante el pontificado de don Juan de San Clemente, con presencia de escribano y varios capitulares, se convino con los entalladores Juan de Angés el Mozo y Diego de Solís, vecinos de León, la construcción de un coro en el plazo de cinco años, de los que tres quedaban destinados a cortar y secar las maderas, que fueron costeadas por el Cabildo, que también les proporcionó casa y talleres para maestros y oficiales. Se aceptó la propuesta de estos artistas por las condiciones y dibujos que exhibieron, entre la traza y modelos en comparación con otros escultores.

No sabemos la fecha de nacimiento de Juan de Angés el Mozo, y solo conocemos la de su muerte en Ourense acaecida entre enero de 1596 y diciembre de 1597.  Su formación inicialmente era netamente juniana, por influencia de su padre que le encauzará por esa senda de  admiración por Juan de Juni, como se notará en algunos de sus trabajos , pero con el paso de los años se hace manierista por influencia de Esteban Jordan y otros, estilo éste de frío amaneramiento, pero que en Angés se hace más suave por la influencia que en su gubia tiene la pervivencia del rasgo expresivo original juniano.

El arte de Angés el Mozo aparece pues encauzado por dos influencias que podríamos decir antagónicas: de una parte, el estilo de Juan de Juni, con su estética expresiva, movimientos agitados, muy dinámicos, que hace que tanto el cuerpo como su recubrimiento se agiten al unísono y, de otra parte, la expresión del manierismo de Jordan poco expresivo y muy vacío de contenido.

La concepción del cuerpo humano en la obra de Juan de Angés el Mozo es plenamente manierista. Las telas han dejado de contribuir en expresar la figura, ya no están movidas por la pasión, sino que son masas de tela que cubren enteramente los cuerpos cortando los movimientos, en un ritmo exquisito que se hace casi musical de curvas y contracurvas muy manierista, predominando el realismo sobre el idealismo, en búsqueda de la idea redentora.

El ejemplo de la tabla de Abraham y el sacrificio de su hijo es un paradigma que nos sirve para observar el carácter manierista de la obra de Angés, sin más que contemplar el fornido brazo derecho con la enorme espada dispuesta a cortar la cabeza de su hijo Isaac. En las esquinas, podemos contemplar al ángel que le ordena detener el sacrificio  y el cordero sustituto. Las telas se van ondulando, cayendo pesadas sobre su cuerpo dando la sensación de que no le permiten realizar movimientos. Según Martín González el manierismo academicista había templado las expresivas violencias junianas con gestos discursivos, cautelosos, predominando aposturas de solemnidad.

En 1587 Juan de Angés el Mozo es llamado a Ourense para intervenir en la realización del coro de su catedral, después de  haber realizado mucha obra escultórica en tierras leonesas y castellanas: Mayorga de Campos, Sahagún, Tordesillas. Angés permanecerá hasta su muerte en Ourense difundiendo y afianzando el manierismo posjuniano en la provincia, como en la propia catedral auriense: Capilla de las Nieves, capilla del Rosario; retablo de la iglesia monasterial de San Esteban de Ribas del Sil y de la iglesia del monasterio cisterciense de Santa María de Xunqueira de Espadañedo, por poner algunos ejemplos.

El ajuste de la obra coral se hizo según las siguientes condiciones económicas: cada silla del coro alto o bajo, 72 ducados; las sillas desaparejadas, a 50 ducados, al igual que la silla episcopal, así mismo el decorado de los rincones. La madera de castaño que vino de las cercanías de Allariz, estuvo durante tres años a secar. La imagen de la Madre de Dios (Mater Dei) fue diseñada por los canónigos, y las puertas laterales de acceso al coro, representando el pecado original y la expulsión del Paraíso, tuvieron como directores a los canónigos Zárate y Calderón.

La sillería coral se acometió bajo los auspicios del obispo Pedro González de Acevedo (1587-1594) cuyo escudo aparece en la silla episcopal.

La sillería alta se componía de 41 asientos, con figuras de cuerpo entero separadas por pilastras de variada decoración, predominando los putti o amorcillos desnudos en variadas posiciones, que revelan siempre el interés de la escultura renacentista por los cuerpos bellos; alternan también cabezas de angelotes, carátulas y temas vegetales simétricos con cueros recortados o tarjas. El número impar de sillas obedece a que preside el Obispo, y a su derecha e izquierda hay un número de sillas par, 20 en cada sentido, con el fin de que exista un orden iconológico entre ellas relacionado por vidas paralelas.

Como hemos dicho la silla impar es la que ocupaba el obispo de la diócesis y está presidida por una tabla que representa a Jesús El Salvador del mundo . Sostiene en la mano izquierda la bola del mundo, mientras levanta la derecha en actitud de bendecir. Dos ángeles colocados en vuelo suspenden sobre la cabeza  de Cristo la corona de espinas mientras en sus manos llevan, uno de ellos una espada y el otro una rama de lirio.

A partir de esta silla central, se van colocando a ambos lados, San Pablo  a la derecha y San Pedro a la izquierda. Y a partir de aquí, las parejas son en este orden: San Andrés y Santiago el Mayor (apóstoles); Santo Tomás y San Juan Evangelista (apóstoles); Santiago el Menor y San Felipe (apóstoles); San Mateo y San Bartolomé(apóstoles) San Matias  y San Simón(apóstoles); San Marcos y San Judas Tadeo(evangelista y apóstol); San Lucas y San Ignacio Mártir(evangelista y mártir); San Primitivo y San Facundo, ambos santos gallegos; Santa Eufemia y Santa Marina, ambas santas gallegas; San Torcuato y San Rosendo (obispos enterrados en Celanova); San Esteban y San Lorenzo (diáconos y mártires); San Sebastián y San Vicente (mártires); San Pelayo y San Hermenegildo (mártires muy jóvenes); Santo Domingo de Guzmán y San Bernardo (fundadores de dominicos y cistercienses); San Benito y San Francisco de Asís (fundadores de benedictinos y franciscanos); santa Catalina y Santa Constanza (mártires); Santa Eulalia y Santa Lucía (mártires muy jóvenes); rey David y Abraham (pertenecientes a los ancestros de Jesús); la Santísima Virgen, Madre de Dios  y San Juan Bautista, el Precursor.

La figura de San Pedro es de inspiración juniana, análoga a la que hay en la iglesia vallisoletana de Nª Sª de la Antigua. De su rostro emana una cierta ansiedad y firmeza, remarcados por rasgos cóncavos y convexos y la mirada perdida. Calma los paños y vuelve a un plegado duro de bordes cortantes y superficies anchas.

La figura de Sn Sebastián es uno de los grandes logros por la elegancia del desnudo. En vez de representar un sufrimiento extremo, que mueva al dolor, pretende plasmar la belleza ideal del cuerpo desnudo según las normas renacentistas. Es admirable el contraposto de la pierna izquierda que le da una sensación de movimiento y por tanto de vida. Es curioso que no se utiliza para nada el arma de su martirio, es decir, las flechas que lo asaetaron.

Es muy interesante bajo el punto de vista iconológico la presencia de cuatro santos íntimamente relacionados con Ourense: por una parte, San Facundo y San Primitivo, y por otra las santas Eufemia y Marina. Los dos primeros están asociados al Camino de Santiago: se presentan arrodillados en un suelo rocoso, en actitud orante mientras un ángel desciende con la corona de la inmortalidad. Las santas son de mucha devoción en la ciudad de Ourense, con parroquias que llevan su nombre, dos en la ciudad y Santa Marina en la provincia, en una hermosa iglesia románica: Santa Mariña de Augas Santas.

En los ángulos de la sillería iban colocadas representaciones de Virtudes Teologales, acompañadas por la Fortaleza, con sus correspondientes atributos: La Fe, una Cruz, la Esperanza un ancla y la Caridad, dos niños acompañando a la caridad romana. La Fortaleza apoya su mano en una columna.

Es muy interesante contemplar la magnífica talla de Santiago el Mayor no sólo por el significado de este apóstol con relación a Galicia, sino también la excelente talla que presenta todas las características escultóricas del maestro Juan de Angés el Mozo, donde se puede apreciar el manierismo más puro, con telas que remarcan la anatomía musculosa de la figura, los pliegues cortantes y la sensación de movimiento en la postura de los pies, con el cayado de peregrino.  La  que corresponde a la figura de San Andrés presenta las mismas características señaladas para Santiago, con acentuación de los rasgos anatómicos, la posición de movimiento de las piernas y la colocación de la cruz en aspa, característica de este apóstol y el escorzo de su cuello.

Las  29 figuras de la sillería baja se representan como bustos cortados a la altura de la cintura y enmarcados en arcos de medio punto sobre pilastras. Aquí al igual que en la sillería alta hay un paralelismo entre las figuras enfrentadas de cada lado, aunque a veces no se ve esta circunstancia con mucha claridad, al no cuidarse tanto de la correspondencia entre los santos.

Al ser bustos no se puede distinguir el movimiento de las figuras, si bien las cabezas tratan de sugerir un movimiento al distorsionarse y colocarse de perfil. En este caso los cuellos suelen ser gruesos con todos los músculos en tensión y las cabezas ostentan rasgos agresivos: nariz aguileña, mentón resaltado y pelo en bucles cortos y ensortijados.

En los ángulos de la sillería baja se coloraron las figuras de tres virtudes cardinales: Prudencia, Justicia y Templanza (la Fortaleza está en el coro alto como hemos visto), y además una representación de la Misericordia.

 De la Templanza mostramos una tabla que presenta un ropaje manierista típico de este escultor, enmarañado, estando la imagen de la virtud muy bien representada con los elementos típicos. Lo mismo en la respecto de la Prudencia.

Como motivo justificativo de la retirada del coro de la nave mayor del templo, cuya sillería ocupaba los tres últimos tramos, se alude al logro de una mayor amplitud para el culto al conseguir mayor visibilidad para el seguimiento de las ceremonias y más cómodo acondicionamiento del altar mayor. Pero, también, así se destruyó la integridad de una de las  sillerías corales más notable de España de finales del siglo XVI.

Quince sillas pasaron al presbiterio,  nueve están en el Museo de la catedral  y cuatro en la Sala Capitular, y se incorporaron a la capilla del Santísimo Cristo un conjunto numeroso de treinta y ocho,  (24 de la silería alta y 14 de la baja),   para lo cual hubo que adaptarlas a la misma, suprimiendo piezas y alterando la primitiva disposición.  De todas formas hay que reconocer que “del mal el menos”, puesto que la adaptación de una buena parte de la sillería quedó así a salvo de pérdidas irreparables y constituye un conjunto armónico pese a las críticas que experimentó con relación a lo recargado del conjunto.

Lo peor fue la pérdida de dos grandes órganos barrocos con cajas realizadas por Castro Canseco, salvo que se pudo salvar un San Martín y un Santiago ecuestres que los coronaban.

 Las puertas de acceso al Coro situadas en los lados mayores de la sillería se representan, en la de la Epístola, la Tentación de Adán y Eva por la serpiente símbolo del diablo, y en la del Evangelio la expulsión del Paraiso. Ambos relieves se inspiran en grabados conocidos de Durero o de Lucas de Leyden.

La figura de Eva es pletórica, de rasgos manifiestos un tanto musculosos, pero todo es debido a que el escultor en ambos relieves se enfrenta a un desnudo, y salvo en el San Sebastián en que acierta de pleno, en el caso de Adán y Eva da la sensación de no estar acostumbrado a esculpir desnudos a los que trata con un conjunto de concavidades y convexidades al igual que si llevasen ropas. Lo cierto es que en la figura del San Sebastián, como le pasaba a Cellini con su Perseo, se preocupa más de exhibir la hermosura de su cuerpo que mostrar la grandeza épica de su martirio. Y en el caso de Adán y Eva ocurre lo mismo: es más importante el desnudo en sí mismo, que lo que están representando los protagonistas: la desobediencia a Dios y el pecado original.

En la actualidad estas hermosas puertas se encuentran colocadas como tablas escultóricas adosadas al muro del deambulatorio frente a las capillas de la girola, no pudiéndose apreciar con toda nitidez la belleza de la talla y la narración del hecho bíblico: Emisit dominvs Adam de paradiso voluptatis…Gen.3.23

Son verdaderamente esplendidos todos los ornamentos de las pilastras que separan  a las figuras del Coro, de carácter renacentista, auténticos grutescos, con figuras de niños desnudos. 

Y muy importantes  los personajes del Antiguo Testamento que en forma de cabezas se sitúan en la parte superior de las tablas. Son tallas de una gran fuerza manierista con rostros muy surcados y posturas muy clásicas.

Ocupaba el coro las tres bóvedas de la nave central inmediatas al crucero, y le cerraba exteriormente, por delante una gran reja, y por el respaldo y los costados muros de buena elevación. Lo cierto es que los muros laterales se hicieron de más altura que la que tenía el antiguo coro.

En el centro se encontraba el atril o facistol, y cada conjunto de sitiales de los dos pisos, disponía de un atril corrido. Las sillas altas estaban protegidas por un guardapolvo, coronado por un ático.

Entre la sillería coral y el Altar mayor, como en todas las catedrales, existía una reja de poca altura que señalaba la llamada Vía Sacra

El trascoro lo constituía la capilla de Nuestra Señora del Rosario, situada en un profundo arco abierto en el grueso muro que cerraba el coro. Se construyó simultáneamente con la sillería el coro, y el retablo es obra de Juan de Angés, uno de los maestros de la sillería, que lo había contratado en 150 ducados con el Vicario en 1592, siendo restaurado en 1876 con poco gusto, por 9.684 reales. Con motivo de la desaparición del coro en 1937 la capilla trascoral se trasladó a la de San Lucas situada en la nave lateral de la izquierda,

La parte arquitectónica fue llevada a la entrada del recinto de NªSª de los Milagros donde se puede contemplar. Trazó los diseños y construyó las rejas que cerraban el coro y el frente de la capilla mayor, al igual que la del trascoro, el célebre rejero, vecino de la ciudad de Santiago, Juan Bautista Celma, a quien se deben los púlpitos de aquella Catedral y los de la de Ourense, además las rejas del coro de las catedrales de Plasencia y Burgos.Llevó a cabo la construcción de las  rejas y de los púlpitos por la cantidad de 3.100 ducados, comenzando la obra en 1589. Son rejas altas de estilo plateresco, componiéndose cada una de tres cuerpos además del coronamiento. En éste y en tercer cuerpo tienen bien trabajadas estatuas y bellos medallones; en la que estaba cerrando al coro, entre otros asuntos, la Anunciación de Nª Sª, sus desposorios con san José, la Visitación a Sta. Isabel, las virtudes cardinales y teologales. La que cerraba la Capilla Mayor: la Concepción y Coronación de la Santísima Virgen, San Martín caballero partiendo la capa con un pobre, y otros dos santos, terminando con un Calvario.

El ajuste de la sillería coral se hizo de la siguiente forma: cada silla del coro alto y bajo, 72 ducados; las que en el alto se encuentran sin compañera, 50 ducados y otros 50 la silla obispal y el decorado de los rincones. La madera vino de las cercanías de Allariz. Las imágenes de la Virgen y de San Martín fueron realizadas según las condiciones de los canónigos, y las puertas laterales, representando el pecado original y la expulsión del Paraíso, tuvieron como directores los canónigos Zárate y Calderón.
Hay que consignar la generosidad de dos obispos aurienses por su aportación económica cuando ya estaban como prelados en otras diócesis. Uno fue Tricio de Arenzana, promovido a la Sede de Salamanca en 1578, que fue el que costeó la Capilla de Santo Cristo, inaugurada en 1573, donó 500 ducados para obras del coro, y Don Juan de San Clemente, ascendido en 1587 al arzobispado de Santiago, que mandó 400 ducados con aplicación a dichas obras.
Con estos fondos y otros que el Cabildo iba satisfaciendo de sus propios ahorros, los maestros leoneses comenzaron la obra alargando los plazos de su terminación por dificultades, divergencias y entorpecimientos entre ambas partes, Cabildo y artistas. Llamado Esteban Jordán, maestro de la sillería del coro de Valladolid en 1587 para examinar la traza y diseños de coro auriense, los aprobó y determinó que eran del gusto más exquisito.
El 24 de marzo de 1589, el obispo D.Pedro González de Acebedo hizo solemne fiesta de inauguración, entrando procesionalmente en el coro y cantándose en él un Te Deum en acción de gracias. En 1590 los artistas ni terminaran la obra ni comparecían en la misma, a la vista de ello el Cabildo trató de obligarles a que compareciesen para cerrar el coronamiento con los serafines y otras figuras y adornos que faltaban para concluir. Los escultores se mostraron remisos ante el Cabildo, sin duda por el alcance de unos 600 ducados que contra ellos resultaban y que no se sabe como los saldaron.
Aún así se conoce que el señor obispo de Salamanca, D. Fernando Tricio donó 900 ducados, con lo cual se acordó colocar su escudo de armas en el coro.
También con la familia Nóvoa, señores de Vilamarín, se concertó la construcción de la capilla trascoral y su reja de cierre (hoy situada en la capilla de San Lucas). Así lo señala la siguiente inscripción grabada en uno de los sepulcros de los fundadores:
Es de los señores Nóvoas de Villamarín, que aquí hizo trasladar D.Juan de Nóvoa Villamarín, Tesorero de Sevilla, hijo de García Rodríguez de Villamarín y doña Inés Ribadeneira, señores de la Casa que fundó esta capilla. Año de MDLXXXXII.

Simultaneamente con la terminación de las obras del coro, se construyeron los órganos, y Bautista Celma daba principio a las rejas que cerraban el coro, al igual que las de la capilla de San Lucas y las del trascoro ó del Rosario, en la nave central.
Como curiosidad de entonces hay que indicar que el número de sillas del coro era abundante puesto que, además del sitial del señor Obispo, y los del deán, chantre, demás canónigos, racioneros, demás servidores del coro, se cuentan las sillas de los grandes señores, dignidades, visitadores del obispado, abades y curas, corregidor de la ciudad, caballeros de las Órdenes, regidores del Concejo y otros huéspedes que habían de ser recibidos en el coro, en donde no se daba colocación a otros legos. A los oidores había que darles asiento en silla junto a las gradas, dentro de la capilla mayor, con alfombra y almohada, y los regidores tenían su sitio junto a los capitulares más antiguos.
El coro antes de su traslado de 1937 se componía de dos órdenes de sillas, unas altas y otras bajas. Las primeras, incluida la del Prelado, eran 41, y las otras 29. Toda la obra es de nogal. En los respaldos de las sillas altas se destacan en medio relieve las imágenes de cuerpo entero, y en los de las bajas de medio cuerpo.
Primitivamente el coro alto estaba distribuido de la siguiente forma: El Salvador que correspondía a la silla del obispo, y en la parte del Evangelio: San Pablo Apóstol, San Andrés, Santo Tomás Apóstol, Santiago Alfeo, San Mateo, San Matías, San Marcos, San Lucas, San Primitivo (santo gallego), Santa Eufemia (santa gallega), San Torcuato, San Esteban, San Sebastián, San Pelayo (santo gallego), Santo Domingo de Guzmán, San Benito, Santa Catalina, Santa Eulalia, Rey David y la Santísima Virgen María. Las del coro de la Epístola: San Pedro, Santiago el Mayor, San Juan Evangelista, San Felipe, San Bartolomé, San Simón, San Judas Tadeo, San Ignacio Mártir, San Facundo (santo gallego), Santa Marina (santa gallega), San Rosendo (santo gallego),San Lorenzo, San Vicente Mártir, San Hermenegildo, San Bernardo, San Francisco de Asís, Santa Constanza, Santa Lucía, Abraham y San Juan Bautista.
La sillería baja estaba constituida por los siguientes sillas, cuyos tableros eran los siguientes: el del centro, San Gregorio Papa, y las del lado del Evangelio, San Ambrosio, San Jerónimo, San Basilio, San Atanasio, San Isidoro, San Pablo Ermitaño, San Antonio Abad, San Antonio de Padua, Santa María Magdalena, Santa Inés, Santa Bárbara, Santa Justa, San Joaquín y San José. Del lado de la Epístola, San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Juan Crisóstomo, San Nicolás, San Ildefonso, San Pedro Mártir, San Efrén, San Juan Clímaco, Santa Marta, Santa Águeda, Santa Cecilia, Santa Rufina, Santa Ana y Santa Isabel. Los nombres subrayados pasaron a la Capilla del Santísimo Cristo. Los otros se situaron, casi en su totalidad en el Altar Mayor, que sigue utilizando el Cabildo
En el primer cornisamento de la sillería alta se ven los bustos de los antiguos patriarcas y profetas; y sobre el segundo, y con frontones que hacen oficio de doseletes, multitud de bellas estatuitas de niños o genios, puttis, desnudos en variadísimas actitudes.
El Coro tendría dos puertas, una al lado del Evangelio y otra al lado de la Epístola, según es usual. En estas puertas se representaba, en bajo relieve, en una la Tentación de Adán y Eva, y en la otra a los mismos saliendo de aquel lugar Expulsados por la espada flamígera del ángel. Hoy se pueden contemplar en el paramento de la girola.
Este conjunto coral es en buena medida una copia del que había realizado Juan de Juni, ayudado por Guillén Doncel y Juan de Angés el Viejo, para San Marcos de León. El número de tableros de la parte baja es el mismo y muchos suponen una copia exacta de sus modelos leoneses.
La situación de las figuras representadas tiene un orden lógico, fundamentado en similitudes en cuanto a sus vidas o martirios.
La silla central que había de ocupar el Obispo, está presidida por la magnífica figura del Salvador, que sostiene en su mano izquierda la bola del mundo, mientras levanta la derecha en actitud de bendecir. Dos ángeles colocados en vuelo suspenden sobre la cabeza de Cristo la corona de espinas, mientras en sus manos llevan, uno de ellos una espada y el otro una rama de lirio.

Ocupaba el coro las tres bóvedas de la nave mayor inmediatas al crucero y de aquí se desmontó en el año 1937. Motivaba esta decisión el lograr una mayor amplitud para el culto, mayor visibilidad para el seguimiento de las ceremonias solemnes y un más cómodo acondicionamiento de la capilla mayor. Y así se destruyó la integridad de una de las sillerías corales del último tercio del siglo XVI más notable de España.
Las piezas que lo integraban se guardaron o se emplearon cuidadosamente en diversas dependencias del templo, y el conjunto principal se destinó a recubrir los paramentos del cuerpo de la Capilla del Santo Cristo, incrementando con ello su ya acrecida y abrumadora suntuosidad, aunque bien es cierto que se acomodó tan bien que para los no sabedores de su origen piensan que ese coro se hizo para ese sitio y estaba allí de toda la vida. No obstante para la adaptación fue preciso realizar un cambio de ubicación de las sillas con respecto a su estado primitivo. En la actualidad dentro de la Capilla del Santo Cristo, la distribución es la que sigue: Parte Alta izquierda y centro: (figuras de medio cuerpo) Santa Cecilia, adorno, Santa Isabel, adorno, Santo Tomás, adorno, Santa Rufina, adorno, San Ambrosio, adorno, Santa Justa, adorno, adorno, Santa Bárbara, adorno. Parte Alta derecha y Centro: San Marta, adorno, San Antonio de Padua, adorno, Santa Inés, adorno, Santa Ana, adorno, Santa Águeda, adorno, Santa María Magdalena, adorno, San Juan Clímaco, adorno. Parte Baja: izquierda y centro: (figuras de cuerpo entero) San Lorenzo, San Rosendo, San Vicente, San Hermenegildo, San Bernardo, San Francisco de Asís, San Juan Bautista, Santa Lucía, Abraham, Puerta de acceso al órgano, La Esperanza, San Mateo, San Facundo, San Judas Tadeo. Parte Baja:
En esta vista parcial se puede contemplar en tableros bajos a San Andrés, Santo Domingo, San Francisco, Santa Catalina, Santa Marina y al Rey David. Y arriba: San Antonio, Santa Inés y Santa Ana, entre tableros con adornos, y encima de cada Tabla un frontón. Todos los tableros están entre pilastras ornamentadas.
derecha y centro: San Pablo, Santo Tomás Apóstol, San Andrés, Santo Domingo de Guzmán, San Benito, Santa Catalina, Santa Marina, Rey David, Mater Dei, La Fe, puerta lateral, Santiago el Mayor, San Pedro, San Primitivo y San Bartolomé. En las pilastras de separación, adornos, frutas y follajes, y en las misericordias variedad de cabezas de frailes, monjas y figuras grotescas, llamando la atención una cabeza humana con exuberantes cuernos y otra representando a un gaitero tocando su instrumento.
En el coro bajo, existen figuras alusivas a las virtudes teologales, con grecas, guirnaldas de flores y otros motivos de ornamentación.

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